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16 de febrero

Debía de hacer mucho frío aquel 16 de Febrero en el  Madrid de la posguerra. Frío y mucho hambre. Pero en medio de tanta penuria, unos padres se sentían inmensamente felices por el nacimiento de su hijo pequeño en los bajos de un palacete de Marqués de Salamanca, donde vivía el servicio.
Humildes, le dieron todo lo que pudieron, la mejor educación posible, todo el amor del mundo. Mas creció rebelde y díscolo, para dolor de sus padres

Conoció a una chica bien, de Plaza de España, a la que enamoró, o de la que se enamoró, vaya usted a saber. Paseaban por Rosales y Debod, planeando el futuro, un futuro que debía ser próspero y feliz, y que nunca llegó del todo.
La vida nunca fue fácil junto a él. La inestabilidad era la constante; las discusiones el pan nuestro de cada día; las promesas, incumplidas; los arrepentimientos, breves.
Solamente sus hijos la mantenían en pie, capeando el temporal para que ellos pudieran alcanzar ese futuro que a ella se le negaba.

Sin duda era un buen hombre, que se dejó llevar por el frenesí de la vida, sin asumir plenamente sus responsabilidades, que cayó en las redes del alcohol y que nunca se dejó ayudar para salir de ellas.
Sus hijos aprendieron de él lo bueno y lo malo; están marcados de por vida por aquellas experiencias, traumáticas, vitales. Por el ruido de unas llaves , torpes, en el bombín de la puerta, que indicaban el inicio de la huida al cuarto, al refugio de la cama, desde la que no  oir la tormenta que se avecinaba en el salón, donde tratar de negar las lágrimas sordas, resignadas , de su madre.
Son lo que son gracias a él, a pesar del dolor. Les dio la vida, desde el amor por una mujer, a la que no pudo querer como se merecía.

Ese fue mi padre, al que amo por lo que soy. Seguramente, no supimos ayudarle. Duele mucho el dolor, intenso, grabado a fuego en mi corazón. Pero también hubo muchos momentos de felicidad. Si tuviera oportunidad, volvería a darlo todo por él.

Ese era mi padre, que nació un 16 de febrero de 1943

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