Nació en pleno Barrio de Salamanca en Madrid, de padre vasco y madre aragonesa. Era el pequeño , tenía dos hermanas mayores, aunque a la mediana nunca llegó a conocerla. Sus padres le dieron la mejor educación posible, y no fue ingeniero técnico industrial por una asignatura que se encabezonó en no aprobar. Durante la mili se enamoró de una niña bien de Plaza de España, con la que finalmente se casó. Siempre fue muy deportista : balonmano, remo, alpinismo... pero su pasión siempre fue el fútbol. Era del Athletic todo lo que se puede ser, casi como una forma de vida.
Tuvo un hijo y una hija. Se dedicó al comercio, primero como comercial, más tarde como autónomo. Mil proyectos iniciados y mil proyectos inacabados.
No sabría decir en qué momento se empezó a torcer la cosa. No podría deciros, porque no lo recuerdo concretamente, el primer día que le vi borracho. Al principio, éramos unos niños, puede que me pareciera algo puntual. Al final, era a diario. Tan a diario que lo eclipsa todo, tan a diario que me nubla el otro recuerdo, el recuerdo de mi padre, no de ese otro señor que no reconocíamos.
Yo tuve un padre que me llevaba al colegio, que me recogía del entrenamiento. Que me llevaba los sábados al partido de fútbol. Yo tuve un padre que me arropaba por la noche, que me acariciaba el pelo y me subía a hombros. Yo tuve un padre que me quería, y que quería a mi madre, y que quería a mi hermana. Yo tuve un padre que me llevó a ver la Facultad de veterinaria nada más saber que me habían admitido. Yo tuve un padre roto en una cama de hospital en Calatayud, abrazado a nosotros, viudo,vacíos con el corazón roto en mil pedazos.
Yo tuve a un padre que conoció a dos de sus tres nietas y a su nieto.
Yo tuve un padre frágil, enfermo mortalmente de cáncer y cirrosis.
Yo tuve un padre que murió sedado y desangrado, sin un mal gesto en cuatro años de enfermedad, sin perder la sonrisa ni la alegría.
Pero no siempre soy capaz de recordarlo así, porque me viene a la memoria el ruido de unas torpes llaves intentando abrir la puerta, porque me viene a la memoria sus serpenteantes pasos por el pasillo, sus inconexas palabras, su olor a tabaco y alcohol.
Pero tuvimos un padre que nos educó lo mejor que supo, como ahora nosotros educamos a nuestros hijos y a nuestras hijas, sin libro de instrucciones, capeando lo que nos viene cada día.
Era nuestro padre y para bien o para mal, somos lo que somos gracias a él y a mi madre. Somos como somos gracias a él y a mi madre. Juzgad vosotros y vosotras el resultado.
José Luis Gauna Martín nació en Madrid, un 16 de febrero de 1943. Yo soy su hijo.
Tuvo un hijo y una hija. Se dedicó al comercio, primero como comercial, más tarde como autónomo. Mil proyectos iniciados y mil proyectos inacabados.
No sabría decir en qué momento se empezó a torcer la cosa. No podría deciros, porque no lo recuerdo concretamente, el primer día que le vi borracho. Al principio, éramos unos niños, puede que me pareciera algo puntual. Al final, era a diario. Tan a diario que lo eclipsa todo, tan a diario que me nubla el otro recuerdo, el recuerdo de mi padre, no de ese otro señor que no reconocíamos.
Yo tuve un padre que me llevaba al colegio, que me recogía del entrenamiento. Que me llevaba los sábados al partido de fútbol. Yo tuve un padre que me arropaba por la noche, que me acariciaba el pelo y me subía a hombros. Yo tuve un padre que me quería, y que quería a mi madre, y que quería a mi hermana. Yo tuve un padre que me llevó a ver la Facultad de veterinaria nada más saber que me habían admitido. Yo tuve un padre roto en una cama de hospital en Calatayud, abrazado a nosotros, viudo,vacíos con el corazón roto en mil pedazos.
Yo tuve a un padre que conoció a dos de sus tres nietas y a su nieto.
Yo tuve un padre frágil, enfermo mortalmente de cáncer y cirrosis.
Yo tuve un padre que murió sedado y desangrado, sin un mal gesto en cuatro años de enfermedad, sin perder la sonrisa ni la alegría.
Pero no siempre soy capaz de recordarlo así, porque me viene a la memoria el ruido de unas torpes llaves intentando abrir la puerta, porque me viene a la memoria sus serpenteantes pasos por el pasillo, sus inconexas palabras, su olor a tabaco y alcohol.
Pero tuvimos un padre que nos educó lo mejor que supo, como ahora nosotros educamos a nuestros hijos y a nuestras hijas, sin libro de instrucciones, capeando lo que nos viene cada día.
Era nuestro padre y para bien o para mal, somos lo que somos gracias a él y a mi madre. Somos como somos gracias a él y a mi madre. Juzgad vosotros y vosotras el resultado.
José Luis Gauna Martín nació en Madrid, un 16 de febrero de 1943. Yo soy su hijo.
Comentarios
Publicar un comentario